Por Javier Salinero Martín.
Caminar descalzo no solo cambia tus pies, también cambia tu cerebro.
Suena poético, pero es pura neurociencia.
Lo que dice la ciencia
Cada paso descalzo activa miles de terminaciones nerviosas en la planta del pie.
Es información: presión, textura, inclinación, temperatura.
Esa información viaja hasta el cerebro y mejora la propiocepción, el equilibrio y la coordinación motora.
En cambio, cuando usamos zapatillas muy amortiguadas, esa información desaparece.
Tu cerebro deja de saber qué está pisando. Y cuando el cerebro no sabe, el cuerpo se vuelve torpe.
Un estudio del Journal of Motor Behavior mostró que las personas que caminan descalzas tienen mejor equilibrio, reflejos más rápidos y menor riesgo de caídas.
Lo que dice la evolución
Nuestros ancestros no tenían cámaras de aire ni suelas de gel. Su conexión con el entorno empezaba en los pies.
Hoy vivimos desconectados: caminamos sobre goma y pensamos que eso es comodidad.
Cómo “reconectar”
- Camina descalzo cada día unos minutos en casa o en el jardín.
- Usa calzado minimalista cuando puedas.
- Siente lo que pisas. Literalmente.
Conclusión
Tus pies son sensores, no amortiguadores.
Cuanto más los protejas, menos sentirás.
Y cuanto menos sientas, peor se mueve tu cuerpo.